Te levantas y empieza el día. Niños. Trabajo. Comida. Más
trabajo. Pareja. Más niños. Cuando nos damos cuenta, la noche. Dormir. A veces, nos
desbordamos. Hasta nos falta aliento. Y queremos parar. Queremos tanto hacer en
tan poco tiempo, que no nos sabemos
manejar. Algo falla.
Tenemos objetivos. Vamos fabricando sueños poco a poco,
idea a idea. Queremos mejorar nuestra vida. Pero, a veces, no nos planteamos de
forma correcta nuestros objetivos, nuestras metas. Hay que programarlas
correctamente, para llevarlas a cabo. Un mal establecimiento de nuestros objetivos, nos puede llevar a agobiarnos, a estresarse, a la ansiedad.
Para conseguir esas metas de forma adecuada es preciso
planificar nuestras actividades. Unas actividades bien elaboradas y programadas
que nos lleven a nuestro objetivo serán un éxito para nosotros, y un portazo al
estrés y a la ansiedad. La planificación
de actividades se puede realizar como parte de una intervención psicológica o
como objetivo de ella.
Sólo de vez en cuando, muy de vez en cuando, somos
conscientes del paso del tiempo y reflexionamos de lo que hemos hecho, lo que
podríamos haber hecho y, en definitiva, sobre el tiempo que desperdiciamos o el
poco valor que le damos.
Debemos ser conscientes de nuestras limitaciones, y
administrar el tiempo de forma correcta para rendir en las distintas facetas de
la vida: escolar, laboral, familiar y social. La administración del tiempo es
un requisito esencial para que los dos procedimientos, el establecimiento de
objetivos y la programación de actividades, funcionen.
“Tiempo presente y tiempo pasado,
se hallan quizá presentes en el tiempo futuro,
y el tiempo futuro dentro del tiempo pasado”.
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