La asertividad indica la
capacidad de la persona de asegurar con
firmeza y decisión cuanto dice o hace. Esto es, seguridad en sí mismo,
autoafirmación.
Por defecto, una persona
queda restringida en un mundo casi sin
derechos. Hay miedos: a pasarse, a invadir el terreno del otro, incluso de ser
rechazado afectivamente. Esos miedos hay que solucionarlos.
Por exceso, hay quienes
piensan que uno tiene derecho a todo, incluso “pisan” el terreno ajeno sin el
menor escrúpulo. Esto también hay que
solucionarlo, la conciencia al final aparece, aunque claro que ese momento no eres consciente.
Ni lo uno ni lo otro.
Piensa que eres libre de alcanzar tus objetivos, pero recuerda de respetar
siempre al prójimo, no atentes con la libertad de los demás. No te olvides de tu conciencia social, de tu autoestima, ni de tus propias limitaciones.
Como muchas cosas, la
asertividad conlleva un aprendizaje. Siempre desde niños. Enseñémoslos,
aprendámoslo, a tomar decisiones propias y ser consecuente con sus,
nuestros, actos. Pero, observa, tan malo
es una educación represiva para el niño, como empaparlo de sobreprotección.
No a la rivalidad. No al
aislamiento. No a la manipulación. No a las situaciones incómodas. No a la
explotación. No al chantaje. Todo esto
tiene sus consecuencias negativas: angustia, autodesprecio, no
imponerse...
Recuerda, Conciencia clara
de lo que son tus derechos, hacerlos valer, y no permitir que estos sean
violados.