De pequeños lo oímos: “pídele
perdón a tu amigo”, “pídele perdón a tu
hermana”, “pídele perdón a ese señor por pisarle”. Parece que de mayores esa
palabra no la tenemos muy presente en
nuestro vocabulario. No sabemos pedir perdón, ni cuando hacerlo, nos cuesta o, simplemente, no nos han enseñado.
El interés en el perdón está
relacionado con los beneficios
personales que lo acompañan. Parece que en todas las relaciones que tenemos que
son psicológicamente importantes, las personas se hieren mutuamente. Sin cura
para las heridas, las relaciones se desintegrarían rápidamente. Esas relaciones
siguen porque las personas pueden ofrecer perdón por las heridas que enfrentan,
buscan perdón por las heridas que causan y recibir el perdón que se les ofrece.
Es decir, nos garantiza nuestra continuidad en nuestra relación, restaurándose el
bienestar entre víctima y ofensor.
En el perdón hay un
proceso, un camino que recorrer. Es una experiencia intrapersonal que no
incluye la reconciliación con el ofensor a pesar de que la reconciliación podría
acompañar. Se abandona el resentimiento hacia la persona que nos ha dañado,
mientras se fomenta la compasión, incluso el amor hacia el ofensor. Se ha visto
que incrementa la esperanza y el bienestar psicológico y disminuyen la
depresión, la ansiedad y la ira.
Disfruta de tu bienestar.
Recuerda, perdonar, que te perdonen, y, algo importante, perdonarse a uno
mismo. Hay veces que necesitamos perdonarnos a nosotros mismos ciertas cosas.
Esas heridas emocionales, ciérralas, ciérratelas, ciérraselas. Ánimo a la hora
de recorrer el camino del perdón. Se puede conseguir. Comencemos...
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