La ansiedad es uno de los síntomas que más frecuentemente
encontramos en la clínica y puede llegar a ser uno de los cuadros más
inhabilitantes para la vida de una persona.
La ansiedad en sí misma forma parte de las experiencias
habituales del ser humano y de su repertorio de respuestas ante determinadas
situaciones. Es una sensación habitual que no, no es agradable, pero resulta
adaptativa en determinadas circunstancias porque nos pone en guardia, nos
activa cuando imaginamos algo que va a suceder.
Es un “miedo” ante una situación que imaginamos o anticipamos
compuesta por pensamientos de peligro, sensaciones de aprensión, reacciones
fisiológicas y respuestas motoras. Efectivamente si vamos a realizar un viaje a
un país remoto y desconocido, si vamos a enfrentarnos a un nuevo trabajo con
nuevos compañeros, si nos mudamos de casa o tenemos que someternos a una
operación, la ansiedad se va a encargar de mantenernos en estado de alerta con
el fin de anticipar los imprevistos que puedan acontecer y reaccionar ante
ellos, pero ¿se pierde esta función adaptativa?
De repente una persona se encuentra con que todo lo que tiene
que hacer es una fuente de peligros y de temores, la activación de su cuerpo no
termina nunca y la única manera de evitar ese estado es dejar de hacer cosas
(cada vez más) con lo que al final, cualquier pequeña actividad se magnifica y
supone más temor.
¿Cómo
llevas tu ansiedad?
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